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CAMPAÑA
CARTA PETITORIA NO VACUNACIÓN
Alexander Enrique Villagrán Backman
http://concienciaradio.t35.com/declaracion_resistencia_vacunas.htm
concienciaradio@prodigy.net.mx
Raúl Ruiz-Berdejo trabaja, desde 1997, para Onda Jerez Radio Televisión y colabora
ocasionalmente con distintos programas y publicaciones nacionales. Actualmente dirige
"El Retorno del Brujo", que se emite a través de la red de Emisoras Municipales de
Andalucía (EMA). Además, coordinó para la provinica de Cádiz la Alerta OVNI realizada
por la Cadena SER en el año 2004. Ha publicado los libros La Mano Negra (Ekos Editores), SIDA. Memorias del Silencio (Otra Dimensión) y El recuerdo infinito Corona Borealis).
"Los sistemas de salud han sido también víctimas del engaño"
Raúl Ruiz-Berdejo publica SIDA. Memorias del silencio, un valiente y riguroso trabajo sobre una de las grandes pandemias de nuestro siglo y las mentiras que la han rodeado.
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-"Los fármacos venenosos que les hicieron consumir a los enfermos de SIDA mataron a muchos de ello"
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-"Los fármacos venenosos que les hicieron consumir a los enfermos de SIDA mataron a muchos de ello"
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"Mafia y Vaticano" »*»
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Historia de una monja
Es copia de casi todo el artículo: "MITOS Y VERDADES SOBRE LAS VACUNAS" de la revista Discovery
DSALUD
Alan G. Phillips, un abogado estadounidense que se ha especializado en defender a quienes en su país se niegan a asumir la obligatoriedad de vacunarse, algo que para que sus conciudadanos sepan cómo hacer explica en una web: www.vaccinerights.com. De hecho lleva escritos numerosos artículos y obras sobre ello como Dispelling Vaccination Myths: An Introduction to the Contradictions Between Medical Science and Immunization Policy (Disipando mitos sobre la vacunación: introducción a las contradicciones entre la ciencia médica y la política de inmunización), publicada en 1996 y actualizada en el 2007 cuyo texto puede leerse íntegro en la web antes citada. Un artículo en el que, resumiendo la postura de quienes discrepan abiertamente de que las vacunas sean la solución a todos nuestros males, se centra en lo que considera los “diez mitos y verdades más importantes en torno a las vacunas”. Hemos hecho un resumen de sus conclusiones:
Un dato preocupante -por no decir alarmante- porque Phillips detectó algo muy significativo: según el Centro de Control de Enfermedades el número de casos que se notifica es sólo el 10% del total. Y eso supondría que las víctimas cada año serían 110.000 y los muertos llegarían a los 2.000. Pero es que la Food and Drug Administration (FDA) estima por su parte que sólo se notifica el 1% de las reacciones adversas graves. Y en tal caso habría cada año ¡1.100.000 afectados! ¿Llegarán pues a 20.000 los muertos anualmente?
El Centro de Información Nacional de Vacunas (NVIC) –un organismo contrario a la hipervacunación- afirma por su lado, como ejemplo de que pasa así efectivamente, que sólo una de cada cuarenta consultas médicas de Nueva York notifica los casos de daños graves o muertes relacionadas con las vacunas.
En suma, no hay datos exactos sino extrapolaciones. Y así es imposible saber la cifra real de efectos secundarios graves y muertes que se producen anualmente pero Phillips calcula que las reacciones adversas a las vacunas deben rondar sólo en su país entre las 100.000 que parecen indicar los datos de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) y el millón y pico que sale de las cuentas de la FDA.
Asimismo recuerda que a nivel internacional hay diversos estudios -como el de W.C. Torch: Diptheria-pertussis-tetanus (DPT) immunization: A potential cause of the sudden infant death syndrome (SIDS)- que apuntan a la posible relación entre las vacunaciones masivas y el Síndrome de Muerte Infantil Súbita (SMIS). Según algunos de los expertos nombrados en su artículo hasta la mitad de esos casos pueden ser consecuencia de las vacunas. Y si bien es verdad que también existen estudios que niegan esa relación -los hay que incluso han llegado a señalar que la incidencia de SMIS en niños vacunados era levemente menor que en los no vacunados- lo único seguro es que unos y otros se contradicen.
Sin embargo hay datos mucho más objetivos: a mediados de los años setenta del pasado siglo XX las autoridades japonesas decidieron elevar la edad mínina de vacunación de dos meses… a dos años. Y poco después se comprobaría que el número de casos de muerte súbita había disminuido drásticamente. Al punto de que Japón pasó en el ranking de mortalidad infantil del puesto 17° al 1°, es decir, a tener la tasa de mortalidad infantil más baja del mundo. ¡Justo cuando los bebés dejaron de recibir vacunas! Y cuando también entonces en Inglaterra descendió temporalmente el número de vacunas -al 30%- tras aparecer diversas noticias que relacionaban daños cerebrales con ellas la tasa de mortalidad infantil bajó mucho durante dos años. Y volvería a subir en cuanto aumentó de nuevo el número de vacunas a finales de esa misma década.
Bueno, pues a pesar de tan contundentes datos la comunidad médica ¡sigue sin tan siquiera permitirse dudar de su idoneidad! ¿A alguien le parece razonable? Porque que las vacunas pueden provocar graves problemas no es discutible. El Programa del Gobierno de Compensación de Lesiones por Vacunas (NVICP) de Estados Unidos ha pagado desde 1988 a las familias de niños afectados por reacciones graves más de 1.200 millones de dólares por daños y perjuicios. Un “problema” que en el caso de la gripe A ni siquiera tendrán que plantearse las compañías farmacéuticas porque como se explica en el artículo anterior a éste la ley estadounidense Public Readiness and Emergency Preparedness (PREP) del 2006 les garantiza la inmunidad jurídica en caso de poner en circulación vacunas no debidamente probadas en caso de pandemia o emergencia que pudieran acabar provocando daños severos. Lo mismo que ha aprobado el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en España ¡ese mismo año! Hablamos de la Ley 29/2006, de 26 de Julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios en su artículo 24, texto que ya reprodujimos en el texto precedente a éste. Pura casualidad, por supuesto. La única excepción es que exista una “voluntad específica de causar daños”, algo evidentemente imposible de probar por los afectados. No es en cualquier caso el único “privilegio” legal de las compañías farmacéuticas. En los casos de pleitos por daños de las vacunas o problemas con los fármacos las compañías farmacéuticas prefieren llegar a acuerdos extrajudiciales que les permiten no llegar a juicio y también impedir que se conozcan datos científicos o médicos que de otra manera podrían darse a conocer públicamente durante el proceso judicial y que tras el acuerdo quedan legalmente silenciados. Con lo que los responsables de las compañías nunca pagan con la cárcel sus excesos, desmanes y fechorías.
Y que el riesgo de las vacunas es alto lo demuestra que las aseguradoras se niegan a cubrir las posibles reacciones adversas causadas por ellas pues saben el gran número de demandas al que podrían tener que llegarse a enfrentar.
En 1989 los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos informaron de que “entre los niños en edad escolar ha habido epidemias (de sarampión) en escuelas con tasas de vacunación superiores al 98%”. Las ha habido en todas las zonas del país, incluidas áreas donde no había habido casos de sarampión desde hacía años” (el subrayado es nuestro). En el estudio de Phillips se citan todas las fuentes bibliográficas científicas que respaldan sus afirmaciones. Cita por ejemplo un trabajo que concluye que la vacuna contra el sarampión “produce supresión inmunitaria que contribuye a aumentar la susceptibilidad a otras infecciones”. Y que sugiere además que la idea de “inmunizar” a toda una población puede ser contraproducente. Lo demuestran los casos de epidemias surgidos tras la vacunación de países enteros. Es asimismo un hecho constatado que en Japón hubo un aumento anual de los casos de viruela tras la introducción de la vacunación obligatoria en 1872. En 1892 ya habían muerto 29.979 personas… y todas ellas habían sido vacunadas.
A principios de 1900 Filipinas sufrió la peor epidemia de viruela de su historia y tuvo lugar precisamente después de que 8 millones de personas recibieran 24,5 millones de dosis de vacunas (la tasa de vacunación fue del 95%). Es más, la tasa de mortalidad se cuadruplicó. Cabe añadir que antes de la primera ley de vacunación obligatoria en Inglaterra –es de 1853- la mayor cifra de muertos por viruela en un período de dos años había sido de 2.000. Bueno, pues entre 1870 y 1871, tras las vacunaciones masivas, hubo en Inglaterra y Gales 23.000 muertes a causa de la viruela.
En 1989 Omán sufrió igualmente una epidemia generalizada de polio… seis meses después de haber vacunado a toda la población del país. Y en 1986 hubo en Kansas (EEUU) nada menos que 1.300 casos de tos ferina comprobándose luego que el 90% habían sido vacunados poco antes contra esa enfermedad. Y lo mismo pasó en Chicago en 1993 donde hubo un número inusual de casos de tos ferina y resultó que el 72% de los afectados también habían sido vacunados.
“En los países europeos que rechazaron las vacunas contra la viruela y la poliomielitis –agrega Phillips- las epidemias terminaron al mismo tiempo que en los países donde la vacuna era obligatoria; por tanto está claro que las vacunas no fueron el único factor determinante. De hecho inicialmente, tras las campañas de inmunización contra la viruela y la polio, hubo un aumento significativo en la incidencia de esas enfermedades. Y después de que se hiciera obligatoria la vacunación contra la viruela esta enfermedad continuó siendo habitual e incluso aumentó mucho mientras la incidencia de otras enfermedades siguió disminuyendo sin el uso de vacunas”.
En suma, es imposible saber si la vacunación contribuyó o no a la disminución sostenida de las tasas de mortalidad de la enfermedad o si la disminución se mantuvo en un proceso continuo marcado por las mejoras en la sanidad e higiene, en la alimentación, en el transporte, en el desarrollo de infraestructuras o en la tecnología de preservación de los alimentos. O si incluso es cierto que el número de enfermos de muchas patologías aumenta o disminuye a veces bruscamente porque están regidas por ciclos naturales de los que aun se conoce poco. Pero lo que sí se sabe es, como demuestra entre otros muchos estudios el realizado por Susan Curtis titulado A Handbook of Homeopathic Alternatives to Immunization, que las tasas de mortalidad y enfermedad en los países del tercer mundo no están directamente relacionadas con la vacunación ni con los tratamientos médicos sino que se hallan estrechamente vinculadas a la higiene y la alimentación. Los partidarios de las vacunas usan como prueba de su eficacia las estadísticas de incidencia en lugar de las de mortalidad pero los expertos en Estadística sostienen que la mortalidad es un mejor indicador por la simple razón de que la calidad de la notificación y de los datos archivados es muy superior y más fiable. En 1974, por ejemplo, el Centro para el Control de las Enfermedades estadounidense aseguró que había habido sólo 36 casos de sarampión en Georgia pero el Sistema de Vigilancia del propio estado afirmaría que hubo en realidad 660. Y es que en muchos casos las incidencias leves o que se resuelven sin problemas tienden a no ser registradas. Por eso son más fiables las cifras de mortalidad que de las de incidencia.
Otro componente de la teoría de la inmunización es la “inmunidad de grupo” que sostiene que cuando suficientes personas de una comunidad están inmunizadas el resultado es que todas las demás quedan igualmente protegidas. Sin embargo, como ya pusimos de manifiesto en los ejemplos citados al hablar de la eficacia real de las vacunas, hay muchos casos documentados que demuestran exactamente lo contrario; es decir, que tras haber sido vacunados todos los miembros de una población hubo luego no ya algunos casos individuales de contagio sino ¡auténticas epidemias! entre los vacunados.
El artículo Failure to reach the goal of measles elimination. Apparent paradox of measles infections in immunized persons hecho por el Dept of Internal Medicine, Mayo Vaccine Research Group de la famosa Clínica Mayode Rochester (EEUU) recoge un estudio realizado en el estado de Minnesota que constató que los chicos vacunados de meningitis tenían ¡cinco veces más posibilidades de contraerla que los no vacunados!
El lector debe saber, por sorprendente que pueda parecerle, que nunca se ha demostrado clínicamente que la vacunación permita prevenir enfermedades. Por el simple motivo de que ningún investigador ha expuesto directamente a individuos a la enfermedad; nadie puede éticamente hacerlo.
El estándar preferido de la comunidad médica -el estudio a doble ciego con grupo de control frente a grupo placebo- no se ha utilizado jamás para comparar personas vacunadas con personas no vacunadas. Por tanto, la vacunación no está científicamente probada. Es igualmente importante saber que no todas las personas expuestas a una enfermedad desarrollan síntomas -de hecho es suficiente que un pequeño porcentaje de la población desarrolle síntomas para declarar una epidemia-. Por tanto, si se expone a la enfermedad a un individuo vacunado y no enferma es imposible saber si la vacuna funcionó realmente ya que no hay forma de saber si esa persona hubiera desarrollado síntomas de no haber estado vacunada.
Otro aspecto sorprendente de la práctica vacunal es que se trata a todos los niños de la misma manera, independientemente de su edad y/o peso. Un bebé de dos meses que pesa 3 kilos recibe la misma dosis que un niño de 5 años que pesa 17. Luego los bebés con sistemas inmunitarios inmaduros y en proceso de desarrollo suelen recibir -en proporción al peso- cinco o más veces la dosis que se aplica a un niño mayor.
Resta decir que la práctica de la vacunación masiva pasa por la suposición de que todas las personas responderán de la misma manera a una vacuna, independientemente de su raza, cultura, dieta, constitución genética, ubicación geográfica o cualquier otra característica. Y posiblemente la mejor demostración de que eso es falso lo avala lo acaecido hace unos años en el Territorio del Norte, en Australia, donde las campañas masivas de vacunación entre los aborígenes dieron lugar a una tasa de mortalidad entre los niños ¡del 50%!
Terminamos indicando que la investigación también ha demostrado que adyuvantes como el escualeno pueden dañar el sistema inmune y provocar numerosos problemas y enfermedades que van desde molestias importantes a serias amenazas para la vida.
Es oportuno recordar que a principios del 2000 hubo una controversia en Gran Bretaña sobre la posible relación de la vacuna SPR (sarampión, paperas y rubéola) con el autismo que hizo resurgir las denominadas “fiestas del sarampión”. Es decir, cuando un chico tenía sarampión los demás padres del barrio llevaban a sus hijos para que jugaran con él a fin de que contrajeran la enfermedad y así desarrollaran la inmunidad. Lo hacían pues porque estaban convencidos de que eso evitaría el riesgo de infección en la edad adulta -en la que la enfermedad es más peligrosa- y proporcionaba a los niños los beneficios de un sistema inmunitario fortalecido por el proceso natural de la enfermedad. Bueno, pues esta práctica ha sido desaconsejada siempre por las autoridades sanitarias. A pesar de que funciona y por eso se ha transmitido de padres a hijos en medio mundo.
En suma, según Phillips puede afirmarse que casi todas las enfermedades infecciosas comunes rara vez son peligrosas y además suelen contribuir al desarrollo de un fuerte y saludable sistema inmune en la edad adulta. Por otra parte, pocas personas lo saben pero los niños que no contraen el sarampión tienen mayor incidencia de enfermedades dermatológicas y degenerativas en huesos y cartílagos así como tumores. Igualmente se sabe que el cáncer de ovario es mayor entre las mujeres adultas que no pasaron la parotiditis.
En conclusión, el sistema inmunitario humano se beneficia de las enfermedades infecciosas comunes de la infancia; impedir que las sufran puede pues ser perjudicial más adelante.
En 1977 Jonas Salk, inventor de la vacuna inyectable contra la poliomielitis, aseguró ante un subcomité del Senado que a su juicio casi todos los brotes de poliomielitis a partir de 1961 los había causado la vacuna antipoliomelítica oral. Poco después, en un seminario sobre vacunas contra la polio auspiciado por el Instituto de Medicina y los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, el doctor Samuel Katz -de la Universidad de Duke- citó varios casos de polio paralítica en personas que habían recibido la vacuna oral. Por si todo esto fuera poco los falsos diagnósticos y la mala presentación de los informes sugieren que los casos de parálisis asociados a la vacuna oral de la poliomielitis quizás fueran más de los recogidos por los CDC.
Phillips reconoce que la poliomielitis, tal como se manifestaba en la primera mitad del siglo XX, ya no existe. Pero asegura que la disminución de casos que se produjo tras los picos de finales de los 40 y principios de los 50 había empezado años antes de que se introdujera la vacuna. Luego no puede afirmarse que se debió a ésta.
El doctor Harris Coulter, conocido investigador, autor e historiador de la Medicina, ha afirmado que su extensa investigación ha terminado por revelarle que las inmunizaciones infantiles “están causando una encefalitis de bajo grado en los niños a una escala mucho mayor de la que las autoridades médicas estaban dispuestas a admitir: alrededor del 15- 20% de todos los niños”. Agregando que “las secuelas de la encefalitis (inflamación del cerebro, consecuencia documentada de la vacunación) incluyen autismo, problemas de aprendizaje, daño cerebral mínimo y no tan mínimo, convulsiones, epilepsia, trastornos del sueño y de la alimentación, trastornos sexuales, asma, síndrome de muerte infantil súbita, diabetes, obesidad y violencia impulsiva”. Todos ellos trastornos fácilmente identificables en la sociedad contemporánea.
Otras pistas: el doctor Bart Classen -fundador de Classen Immunotherapies y creador de tecnologías aplicadas a las vacunas- ha asegurado que a su juicio las vacunas causan el 79% de los casos de diabetes tipo I en los niños menores de diez años. Es más, en 1999 el British Medical Journal recogió esta afirmación suya: “La incidencia de muchas enfermedades inmunológicas crónicas como el asma, las alergias y los cánceres inmuno-modulados ha aumentado rápidamente y ello puede estar también vinculado a la vacunación”.
El fuerte aumento de muchas otras enfermedades también podría estar relacionado pues con las vacunaciones masivas. El autismo en California se ha disparado un 1.000% en los últimos 20 años. Según los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) y el Centro de Información Nacional de Vacunas de Estados Unidos uno de cada 150 niños en ese país desarrolla autismo. Decenas de millones de personas están ya afectadas por esta enfermedad en el mundo haciéndola más común que el cáncer pediátrico, la diabetes incurable de tipo 1 (juvenil de aparición) y el SIDA ¡juntos!
La gente debería entender que a principios de los años 40, antes de las vacunaciones masivas, el autismo era tan raro que algunos médicos nunca se encontraban con un caso en toda su vida profesional. Hoy día es una pandemia. Y son cada vez más los que apuntan a los componentes de las vacunas como posible causa. Hay quien aun lo niega pero la verdad irrebatible es que algunos niños reciben actualmente a través de las vacunas 100 veces más mercurio que la cantidad máxima permitida por la Agencia de Protección Ambiental (EPA).
Otro dato que apoya la sospecha de que las vacunas causan autismo es la existencia de un grupo de médicos que ha logrado mejorías enormes en la salud y comportamiento de pacientes autistas mediante la utilización de un régimen sistemático de desintoxicación de mercurio. Un último ejemplo: en la década de los 90 del pasado siglo XX el uso masivo en el Reino Unido de la vacuna MMR -para el sarampión, la parotiditis y la rubéola- “coincidió” en el tiempo con un aumento considerable del autismo. En enero de 2000 el Journal of Adverse Drug Reactions informó de que nunca se habían hecho las pruebas previas oportunas y por tanto esa vacuna nunca debió aprobarse. Por supuesto nadie ha explicado nada de todo esto a los padres de los millones de niños autistas que hay hoy en el mundo.
-Todos los estados permiten que no se vacunen quienes sean susceptibles a alguno de sus componentes. Los padres pueden oponerse también si hay antecedentes familiares. -Cuarenta y ocho estados permiten que la gente no se vacune por razones religiosas pero deben demostrar que pertenecen a una organización religiosa aprobada legalmente.
-Diecisiete estados permiten también que uno no se vacune por razones filosóficas o personales. Cabe añadir que en muchos otros países –especialmente de Europa- la vacunación es siempre voluntaria. No puede exigirse a nadie que se vacune.
En octubre de 1999 el ya mencionado Bart Classen dijo en una comparecencia ante el Congreso: “Está claro que lo que determina las políticas de inmunización del Gobierno es la política y no la ciencia. Puedo mencionar numerosos casos en que los empleados del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos parecen estar interesados en beneficiarse personalmente, actuando como representantes comerciales, apoyando fines políticos... En un caso en particular los empleados de un Gobierno extranjero que estaban financiados y trabajaban estrechamente vinculados al Servicio de Salud Pública de Estados Unidos enviaron datos falsos a una importante publicación médica. Los datos verdaderos indicaban que la vacuna era peligrosa pero los falsos que se enviaron indicaban que no había riesgo. Un empleado del Instituto Nacional de Salud que maneja subvenciones de grandes sumas para las vacunas publicó una carta con información falsa junto a uno de los empleados de aquel gobierno extranjero. Y como ustedes bien saben falsificar datos provenientes de investigaciones financiadas por el Gobierno de Estados Unidos es ilegal”.
Phillips menciona además la existencia de cuatro cartas de la FDA y el Servicio de Salud Pública que revelan claramente que la vacuna contra el ántrax aprobada en Estados Unidos para el personal militar se aplicó “sin la realización siquiera por el fabricante de un ensayo clínico controlado”.
La doctora Viera Scheibner, internacionalmente reconocida como una de las principales expertas en reacciones adversas a las vacunas, sostiene por su parte que “no hay prueba alguna de la capacidad de las vacunas para prevenir las enfermedades. Por el contrario, hay pruebas de los graves efectos secundarios que provocan”.
Y a lo antes contado el Dr. Bart Classen añadiría: “Mis datos demuestran que los estudios que se utilizan para apoyar la vacunación son tan defectuosos que es imposible decir si la inmunización brinda o no un beneficio neto a alguna persona o a la sociedad en general. Y esta pregunta sólo se puede responder con estudios adecuados, estudios que nunca se han llevado a cabo. El error de los estudios anteriores es que no se hizo ningún seguimiento a largo plazo ni se tuvo en cuenta la toxicidad crónica. La Sociedad Norteamericana de Microbiología ha apoyado mi investigación y, por lo tanto, reconoce la necesidad de realizar estudios adecuados”.
Es evidente que los datos recogidos por Phillips en su estudio no provienen de un puñado de lunáticos. A nivel mundial las críticas a las vacunas provienen de un número cada vez mayor de científicos con reputación y credibilidad, de investigadores y de asociaciones. Así como de padres cuyos hijos han sido víctimas de ellas. Solo que cuando más dudas y críticas hay mayor es la postura de cerrazón de los funcionarios de salud pública, las autoridades y los partidarios intransigentes de las vacunas; muchos, claro está, con intereses financieros o profesionales en el tema. Afortunadamente lo que están consiguiendo al negarse a reconocer siquiera la evidencia creciente de los problemas que generan las vacunas es que aumente cada día el número de quienes dejan de creerles pasando a engrosar las filas de quienes son ya abiertamente contrarios a las vacunaciones, especialmente las masivas.
“Mientras, la carrera continúa –termina diciendo Phillips en su trabajo de investigación-. Actualmente se están desarrollando más de 200 nuevas vacunas para todo. Desde el control de natalidad hasta la adicción a la cocaína. De ellas aproximadamente cien ya están en fase de ensayo clínico. Y hay investigadores trabajando en el desarrollo de vacunas que puedan administrarse con sprays nasales, a través de mosquitos (sí, leyó bien, mosquitos) y frutas de plantas ‘transgénicas’ en las que se cultiva el virus de la vacuna. Dado que cada adulto y cada niño de este planeta es un potencial receptor obligado de múltiples dosis y dado que cada sistema de salud y cada gobierno es un potencial comprador no es sorprendente que se gasten muchísimos millones de dólares para alimentar la creciente industria multimillonaria de las vacunas. Así pues, sin protestas públicas seguirán apareciendo vacunas que tendremos que recibir nosotros y nuestros hijos. Y aunque las ganancias se calculan con facilidad el costo humano real está siendo ignorado”.
Alan G. Phillips, un abogado estadounidense que se ha especializado en defender a quienes en su país se niegan a asumir la obligatoriedad de vacunarse, algo que para que sus conciudadanos sepan cómo hacer explica en una web: www.vaccinerights.com. De hecho lleva escritos numerosos artículos y obras sobre ello como Dispelling Vaccination Myths: An Introduction to the Contradictions Between Medical Science and Immunization Policy (Disipando mitos sobre la vacunación: introducción a las contradicciones entre la ciencia médica y la política de inmunización), publicada en 1996 y actualizada en el 2007 cuyo texto puede leerse íntegro en la web antes citada. Un artículo en el que, resumiendo la postura de quienes discrepan abiertamente de que las vacunas sean la solución a todos nuestros males, se centra en lo que considera los “diez mitos y verdades más importantes en torno a las vacunas”. Hemos hecho un resumen de sus conclusiones:
Mito nº 1: LAS VACUNAS SON SEGURAS
En Estados Unidos la ley de vacunación conocida como National Childhood Vaccine Injury Act crearía el llamado VAERS, un sistema para recopilar los informes que recogen los casos de personas que han sufrido efectos secundarios negativos tras haber sido vacunadas (tanto en el caso de los niños como de los adultos). Pues bien, según el mismo en Estados Unidos sufren cada año reacciones graves -a las distintas vacunas- unas 11.000 personas de las que unas 200 mueren y un gran número sufre discapacidades permanentes.Un dato preocupante -por no decir alarmante- porque Phillips detectó algo muy significativo: según el Centro de Control de Enfermedades el número de casos que se notifica es sólo el 10% del total. Y eso supondría que las víctimas cada año serían 110.000 y los muertos llegarían a los 2.000. Pero es que la Food and Drug Administration (FDA) estima por su parte que sólo se notifica el 1% de las reacciones adversas graves. Y en tal caso habría cada año ¡1.100.000 afectados! ¿Llegarán pues a 20.000 los muertos anualmente?
El Centro de Información Nacional de Vacunas (NVIC) –un organismo contrario a la hipervacunación- afirma por su lado, como ejemplo de que pasa así efectivamente, que sólo una de cada cuarenta consultas médicas de Nueva York notifica los casos de daños graves o muertes relacionadas con las vacunas.
En suma, no hay datos exactos sino extrapolaciones. Y así es imposible saber la cifra real de efectos secundarios graves y muertes que se producen anualmente pero Phillips calcula que las reacciones adversas a las vacunas deben rondar sólo en su país entre las 100.000 que parecen indicar los datos de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) y el millón y pico que sale de las cuentas de la FDA.
Asimismo recuerda que a nivel internacional hay diversos estudios -como el de W.C. Torch: Diptheria-pertussis-tetanus (DPT) immunization: A potential cause of the sudden infant death syndrome (SIDS)- que apuntan a la posible relación entre las vacunaciones masivas y el Síndrome de Muerte Infantil Súbita (SMIS). Según algunos de los expertos nombrados en su artículo hasta la mitad de esos casos pueden ser consecuencia de las vacunas. Y si bien es verdad que también existen estudios que niegan esa relación -los hay que incluso han llegado a señalar que la incidencia de SMIS en niños vacunados era levemente menor que en los no vacunados- lo único seguro es que unos y otros se contradicen.
Sin embargo hay datos mucho más objetivos: a mediados de los años setenta del pasado siglo XX las autoridades japonesas decidieron elevar la edad mínina de vacunación de dos meses… a dos años. Y poco después se comprobaría que el número de casos de muerte súbita había disminuido drásticamente. Al punto de que Japón pasó en el ranking de mortalidad infantil del puesto 17° al 1°, es decir, a tener la tasa de mortalidad infantil más baja del mundo. ¡Justo cuando los bebés dejaron de recibir vacunas! Y cuando también entonces en Inglaterra descendió temporalmente el número de vacunas -al 30%- tras aparecer diversas noticias que relacionaban daños cerebrales con ellas la tasa de mortalidad infantil bajó mucho durante dos años. Y volvería a subir en cuanto aumentó de nuevo el número de vacunas a finales de esa misma década.
Bueno, pues a pesar de tan contundentes datos la comunidad médica ¡sigue sin tan siquiera permitirse dudar de su idoneidad! ¿A alguien le parece razonable? Porque que las vacunas pueden provocar graves problemas no es discutible. El Programa del Gobierno de Compensación de Lesiones por Vacunas (NVICP) de Estados Unidos ha pagado desde 1988 a las familias de niños afectados por reacciones graves más de 1.200 millones de dólares por daños y perjuicios. Un “problema” que en el caso de la gripe A ni siquiera tendrán que plantearse las compañías farmacéuticas porque como se explica en el artículo anterior a éste la ley estadounidense Public Readiness and Emergency Preparedness (PREP) del 2006 les garantiza la inmunidad jurídica en caso de poner en circulación vacunas no debidamente probadas en caso de pandemia o emergencia que pudieran acabar provocando daños severos. Lo mismo que ha aprobado el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en España ¡ese mismo año! Hablamos de la Ley 29/2006, de 26 de Julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios en su artículo 24, texto que ya reprodujimos en el texto precedente a éste. Pura casualidad, por supuesto. La única excepción es que exista una “voluntad específica de causar daños”, algo evidentemente imposible de probar por los afectados. No es en cualquier caso el único “privilegio” legal de las compañías farmacéuticas. En los casos de pleitos por daños de las vacunas o problemas con los fármacos las compañías farmacéuticas prefieren llegar a acuerdos extrajudiciales que les permiten no llegar a juicio y también impedir que se conozcan datos científicos o médicos que de otra manera podrían darse a conocer públicamente durante el proceso judicial y que tras el acuerdo quedan legalmente silenciados. Con lo que los responsables de las compañías nunca pagan con la cárcel sus excesos, desmanes y fechorías.
Y que el riesgo de las vacunas es alto lo demuestra que las aseguradoras se niegan a cubrir las posibles reacciones adversas causadas por ellas pues saben el gran número de demandas al que podrían tener que llegarse a enfrentar.
VERDAD Nº 1: “Las vacunas –afirma Alan G. Phillips- provocan un gran número de reacciones adversas graves, discapacidades permanentes y muertes además de tener un coste enorme, personal y público. Pero prácticamente nada de esto se ha contado”.
Mito nº 2: LAS VACUNAS SON MUY EFICACES
¿Es esta “verdad social y médica” cierta? Pues según Phillips –y numerosas organizaciones de todo el mundo- lo que sí está demostrado -existe un número significativo de estudios que lo documentan- es que ha habido epidemias de sarampión, paperas, viruela, poliomielitis y gripe ¡entre personas que había sido previamente vacunadas!En 1989 los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos informaron de que “entre los niños en edad escolar ha habido epidemias (de sarampión) en escuelas con tasas de vacunación superiores al 98%”. Las ha habido en todas las zonas del país, incluidas áreas donde no había habido casos de sarampión desde hacía años” (el subrayado es nuestro). En el estudio de Phillips se citan todas las fuentes bibliográficas científicas que respaldan sus afirmaciones. Cita por ejemplo un trabajo que concluye que la vacuna contra el sarampión “produce supresión inmunitaria que contribuye a aumentar la susceptibilidad a otras infecciones”. Y que sugiere además que la idea de “inmunizar” a toda una población puede ser contraproducente. Lo demuestran los casos de epidemias surgidos tras la vacunación de países enteros. Es asimismo un hecho constatado que en Japón hubo un aumento anual de los casos de viruela tras la introducción de la vacunación obligatoria en 1872. En 1892 ya habían muerto 29.979 personas… y todas ellas habían sido vacunadas.
A principios de 1900 Filipinas sufrió la peor epidemia de viruela de su historia y tuvo lugar precisamente después de que 8 millones de personas recibieran 24,5 millones de dosis de vacunas (la tasa de vacunación fue del 95%). Es más, la tasa de mortalidad se cuadruplicó. Cabe añadir que antes de la primera ley de vacunación obligatoria en Inglaterra –es de 1853- la mayor cifra de muertos por viruela en un período de dos años había sido de 2.000. Bueno, pues entre 1870 y 1871, tras las vacunaciones masivas, hubo en Inglaterra y Gales 23.000 muertes a causa de la viruela.
En 1989 Omán sufrió igualmente una epidemia generalizada de polio… seis meses después de haber vacunado a toda la población del país. Y en 1986 hubo en Kansas (EEUU) nada menos que 1.300 casos de tos ferina comprobándose luego que el 90% habían sido vacunados poco antes contra esa enfermedad. Y lo mismo pasó en Chicago en 1993 donde hubo un número inusual de casos de tos ferina y resultó que el 72% de los afectados también habían sido vacunados.
VERDAD Nº 2: “La evidencia –asevera Alan G. Phillips- muestra que las vacunas son una manera peligrosa y poco fiable de prevenir el malestar y la enfermedad”.
Mito nº 3: LAS BAJAS TASAS DE ENFERMEDAD EN ESTADOS UNIDOS SON ATRIBUIBLES A LAS VACUNAS
Phillips explica que mucho antes de la puesta en marcha de los programas de vacunación obligatoria la Asociación británica para el avance de las ciencias había constatado -entre 1850 y 1940- que las enfermedades infantiles habían disminuido un 90% gracias a la mejora del saneamiento público y a las prácticas de higiene. El doctor Harold Buttram publicó un artículo el año 2000 en The Medical Sentinel en el que afirmaba: “Entre 1911 y 1935 las cuatro causas principales de muerte infantil por enfermedades infecciosas en Estados Unidos eran la difteria, la tos ferina, la escarlatina y el sarampión. Sin embargo, en 1945 la tasa de mortalidad de las cuatro enfermedades juntas había disminuido un 95%. Antes pues de la implementación de los programas sistemáticos de vacunación”.“En los países europeos que rechazaron las vacunas contra la viruela y la poliomielitis –agrega Phillips- las epidemias terminaron al mismo tiempo que en los países donde la vacuna era obligatoria; por tanto está claro que las vacunas no fueron el único factor determinante. De hecho inicialmente, tras las campañas de inmunización contra la viruela y la polio, hubo un aumento significativo en la incidencia de esas enfermedades. Y después de que se hiciera obligatoria la vacunación contra la viruela esta enfermedad continuó siendo habitual e incluso aumentó mucho mientras la incidencia de otras enfermedades siguió disminuyendo sin el uso de vacunas”.
En suma, es imposible saber si la vacunación contribuyó o no a la disminución sostenida de las tasas de mortalidad de la enfermedad o si la disminución se mantuvo en un proceso continuo marcado por las mejoras en la sanidad e higiene, en la alimentación, en el transporte, en el desarrollo de infraestructuras o en la tecnología de preservación de los alimentos. O si incluso es cierto que el número de enfermos de muchas patologías aumenta o disminuye a veces bruscamente porque están regidas por ciclos naturales de los que aun se conoce poco. Pero lo que sí se sabe es, como demuestra entre otros muchos estudios el realizado por Susan Curtis titulado A Handbook of Homeopathic Alternatives to Immunization, que las tasas de mortalidad y enfermedad en los países del tercer mundo no están directamente relacionadas con la vacunación ni con los tratamientos médicos sino que se hallan estrechamente vinculadas a la higiene y la alimentación. Los partidarios de las vacunas usan como prueba de su eficacia las estadísticas de incidencia en lugar de las de mortalidad pero los expertos en Estadística sostienen que la mortalidad es un mejor indicador por la simple razón de que la calidad de la notificación y de los datos archivados es muy superior y más fiable. En 1974, por ejemplo, el Centro para el Control de las Enfermedades estadounidense aseguró que había habido sólo 36 casos de sarampión en Georgia pero el Sistema de Vigilancia del propio estado afirmaría que hubo en realidad 660. Y es que en muchos casos las incidencias leves o que se resuelven sin problemas tienden a no ser registradas. Por eso son más fiables las cifras de mortalidad que de las de incidencia.
VERDAD Nº 3: “No hay pruebas –afirma Phillips- que vinculen las vacunas con la disminución de las enfermedades infecciosas. En cambio la higiene y una alimentación saludable parecen ser eficaces”.
Mito nº 4: LA TEORÍA DE LA INMUNIZACIÓN Y SU PRÁCTICA PRUEBAN LA EFICACIA DE LAS VACUNAS
Aunque las vacunas estimulan la producción de anticuerpos Phillips señala que no hay ninguna evidencia que sugiera que por sí solas garanticen la inmunidad. Como ejemplo cita un estudio publicado por el Consejo Médico Británico en 1950 durante una epidemia de difteria que concluyó que no había relación entre la cantidad de anticuerpos y la incidencia de la enfermedad. Los investigadores encontraron personas resistentes a la enfermedad que tenían niveles de anticuerpos extremadamente bajos y enfermos con niveles altos de anticuerpos. La inmunidad natural es un proceso complejo que involucra muchos órganos y sistemas. No se puede reproducir en su totalidad estimulando artificialmente la producción de anticuerpos. En la misma línea son muchos los investigadores que señalan que el recuento de anticuerpos no es significativo en la evolución de los síntomas relacionados con el sida.Otro componente de la teoría de la inmunización es la “inmunidad de grupo” que sostiene que cuando suficientes personas de una comunidad están inmunizadas el resultado es que todas las demás quedan igualmente protegidas. Sin embargo, como ya pusimos de manifiesto en los ejemplos citados al hablar de la eficacia real de las vacunas, hay muchos casos documentados que demuestran exactamente lo contrario; es decir, que tras haber sido vacunados todos los miembros de una población hubo luego no ya algunos casos individuales de contagio sino ¡auténticas epidemias! entre los vacunados.
El artículo Failure to reach the goal of measles elimination. Apparent paradox of measles infections in immunized persons hecho por el Dept of Internal Medicine, Mayo Vaccine Research Group de la famosa Clínica Mayode Rochester (EEUU) recoge un estudio realizado en el estado de Minnesota que constató que los chicos vacunados de meningitis tenían ¡cinco veces más posibilidades de contraerla que los no vacunados!
El lector debe saber, por sorprendente que pueda parecerle, que nunca se ha demostrado clínicamente que la vacunación permita prevenir enfermedades. Por el simple motivo de que ningún investigador ha expuesto directamente a individuos a la enfermedad; nadie puede éticamente hacerlo.
El estándar preferido de la comunidad médica -el estudio a doble ciego con grupo de control frente a grupo placebo- no se ha utilizado jamás para comparar personas vacunadas con personas no vacunadas. Por tanto, la vacunación no está científicamente probada. Es igualmente importante saber que no todas las personas expuestas a una enfermedad desarrollan síntomas -de hecho es suficiente que un pequeño porcentaje de la población desarrolle síntomas para declarar una epidemia-. Por tanto, si se expone a la enfermedad a un individuo vacunado y no enferma es imposible saber si la vacuna funcionó realmente ya que no hay forma de saber si esa persona hubiera desarrollado síntomas de no haber estado vacunada.
Otro aspecto sorprendente de la práctica vacunal es que se trata a todos los niños de la misma manera, independientemente de su edad y/o peso. Un bebé de dos meses que pesa 3 kilos recibe la misma dosis que un niño de 5 años que pesa 17. Luego los bebés con sistemas inmunitarios inmaduros y en proceso de desarrollo suelen recibir -en proporción al peso- cinco o más veces la dosis que se aplica a un niño mayor.
Resta decir que la práctica de la vacunación masiva pasa por la suposición de que todas las personas responderán de la misma manera a una vacuna, independientemente de su raza, cultura, dieta, constitución genética, ubicación geográfica o cualquier otra característica. Y posiblemente la mejor demostración de que eso es falso lo avala lo acaecido hace unos años en el Territorio del Norte, en Australia, donde las campañas masivas de vacunación entre los aborígenes dieron lugar a una tasa de mortalidad entre los niños ¡del 50%!
Terminamos indicando que la investigación también ha demostrado que adyuvantes como el escualeno pueden dañar el sistema inmune y provocar numerosos problemas y enfermedades que van desde molestias importantes a serias amenazas para la vida.
VERDAD Nº 4: “Muchas supuestas verdades de las vacunas, de hecho, se han demostrado falsas”, concluye Alan G. Phillips.
Mito nº 5: LAS ENFERMEDADES DE LA INFANCIA SON EXTREMADAMENTE PELIGROSAS
“Esa afirmación es falsa”, afirma con rotundidad Phillips. Y recuerda que hasta los datos de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) muestran que el 99,8% de los niños que sufrieron la tos ferina entre 1992 y 1994 se recuperaron. Es más, las enfermedades infecciosas de la infancia son casi siempre benignas y autolimitadas. De hecho pasarlas suele ser bueno porque inmunizan para toda la vida mientras la inmunización inducida por una vacuna es en el mejor de los casos temporal. Antes bien, todo indica que la vacunación podría aumentar la vulnerabilidad de la persona tiempo después por el hecho de aplazar enfermedades infantiles hasta la edad adulta, desde una fase donde la tolerancia es mejor a otra en la que las tasas de mortalidad, aunque siguen siendo bajas, son mayores.Es oportuno recordar que a principios del 2000 hubo una controversia en Gran Bretaña sobre la posible relación de la vacuna SPR (sarampión, paperas y rubéola) con el autismo que hizo resurgir las denominadas “fiestas del sarampión”. Es decir, cuando un chico tenía sarampión los demás padres del barrio llevaban a sus hijos para que jugaran con él a fin de que contrajeran la enfermedad y así desarrollaran la inmunidad. Lo hacían pues porque estaban convencidos de que eso evitaría el riesgo de infección en la edad adulta -en la que la enfermedad es más peligrosa- y proporcionaba a los niños los beneficios de un sistema inmunitario fortalecido por el proceso natural de la enfermedad. Bueno, pues esta práctica ha sido desaconsejada siempre por las autoridades sanitarias. A pesar de que funciona y por eso se ha transmitido de padres a hijos en medio mundo.
En suma, según Phillips puede afirmarse que casi todas las enfermedades infecciosas comunes rara vez son peligrosas y además suelen contribuir al desarrollo de un fuerte y saludable sistema inmune en la edad adulta. Por otra parte, pocas personas lo saben pero los niños que no contraen el sarampión tienen mayor incidencia de enfermedades dermatológicas y degenerativas en huesos y cartílagos así como tumores. Igualmente se sabe que el cáncer de ovario es mayor entre las mujeres adultas que no pasaron la parotiditis.
En conclusión, el sistema inmunitario humano se beneficia de las enfermedades infecciosas comunes de la infancia; impedir que las sufran puede pues ser perjudicial más adelante.
VERDAD Nº 5: “El peligro de las enfermedades infantiles –afirma el autor de Dispelling Vaccination Myths- se exagera notablemente para asustar a los padres y éstos lleven a sus hijos a vacunarse con medicamentos peligrosos”.
Mito nº 6: LA VACUNA CONTRA LA POLIOMIELITIS EN ESTADOS UNIDOS FUE UN ÉXITO
Para Phillips, una nueva falsedad. En 1955, cuando la vacuna Salk se introdujo, la poliomielitis estaba considerada el problema de salud pública más grave después de la guerra. Un año más tarde seis estados de Nueva Inglaterra informaron de fuertes aumentos en la incidencia que fueron desde más del doble en Vermont a un 642% de aumento en Massachusetts. Otros estados también se vieron muy afectados, lo suficiente para que Idaho y Utah pusieran fin a las campañas de vacunación debido al aumento de la incidencia y las tasas de mortalidad. En 1959 el 77,5% de las personas que sufrían parálisis en Massachusetts ¡había recibido 3 dosis de la vacuna inyectable contra la poliomielitis! En 1962, en una audiencia ante el Congreso de Estados Unidos, el doctor Bernard Greenberg -a cargo del Departamento de Bioestadísticas de la Facultad de Salud Pública en la Universidad de Carolina del Norte- testificó que no sólo habían aumentado considerablemente los casos de poliomielitis tras la introducción de la vacunación obligatoria –un 50% de 1957 a 1958 y un 80% de 1958 a 1959- sino que las estadísticas se manipularon en el Servicio de Salud Pública para dar la sensación opuesta.En 1977 Jonas Salk, inventor de la vacuna inyectable contra la poliomielitis, aseguró ante un subcomité del Senado que a su juicio casi todos los brotes de poliomielitis a partir de 1961 los había causado la vacuna antipoliomelítica oral. Poco después, en un seminario sobre vacunas contra la polio auspiciado por el Instituto de Medicina y los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, el doctor Samuel Katz -de la Universidad de Duke- citó varios casos de polio paralítica en personas que habían recibido la vacuna oral. Por si todo esto fuera poco los falsos diagnósticos y la mala presentación de los informes sugieren que los casos de parálisis asociados a la vacuna oral de la poliomielitis quizás fueran más de los recogidos por los CDC.
Phillips reconoce que la poliomielitis, tal como se manifestaba en la primera mitad del siglo XX, ya no existe. Pero asegura que la disminución de casos que se produjo tras los picos de finales de los 40 y principios de los 50 había empezado años antes de que se introdujera la vacuna. Luego no puede afirmarse que se debió a ésta.
VERDAD Nº 6: “La vacuna Salk–asevera Alan G. Phillips- demostró ser muy peligrosa. Se ocultó información sobre ella y sobre el hecho de que el número de casos había disminuido ya notablemente cuando se comenzó la vacunación en masa”.
Mito nº 7: LA FALTA DE UNA REACCIÓN ADVERSA INICIAL DEMUESTRA QUE LAS VACUNAS SON SEGURAS
Phillips señala como problemas de salud documentados a largo plazo causados por las vacunas la aparición de artritis, dolores de cabeza crónicos, erupciones indicativas de la enfermedad, lesiones de la piel no curadas, convulsiones, autismo, anemia, esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica y muchos otras. Siendo los ingredientes comunes a todas las vacunas el principal problema. Por ejemplo, para él el escualeno es una bomba de relojería que puede dañar o destruir el sistema inmune. Y otros componentes son conocidos tóxicos y carcinógenos, incluyendo el timerosal (un derivado del mercurio), el fosfato de aluminio, el formaldehído, el fenoxietanol y otras sustancias tóxicas que pueden resultar venenosas para el hígado, la sangre, el aparato cardiovascular, el aparato reproductivo y/o el sistema inmunitario. La Química clasifica los ingredientes usados en muchas vacunas entre las sustancias más peligrosas; incluso a dosis microscópicas.El doctor Harris Coulter, conocido investigador, autor e historiador de la Medicina, ha afirmado que su extensa investigación ha terminado por revelarle que las inmunizaciones infantiles “están causando una encefalitis de bajo grado en los niños a una escala mucho mayor de la que las autoridades médicas estaban dispuestas a admitir: alrededor del 15- 20% de todos los niños”. Agregando que “las secuelas de la encefalitis (inflamación del cerebro, consecuencia documentada de la vacunación) incluyen autismo, problemas de aprendizaje, daño cerebral mínimo y no tan mínimo, convulsiones, epilepsia, trastornos del sueño y de la alimentación, trastornos sexuales, asma, síndrome de muerte infantil súbita, diabetes, obesidad y violencia impulsiva”. Todos ellos trastornos fácilmente identificables en la sociedad contemporánea.
Otras pistas: el doctor Bart Classen -fundador de Classen Immunotherapies y creador de tecnologías aplicadas a las vacunas- ha asegurado que a su juicio las vacunas causan el 79% de los casos de diabetes tipo I en los niños menores de diez años. Es más, en 1999 el British Medical Journal recogió esta afirmación suya: “La incidencia de muchas enfermedades inmunológicas crónicas como el asma, las alergias y los cánceres inmuno-modulados ha aumentado rápidamente y ello puede estar también vinculado a la vacunación”.
El fuerte aumento de muchas otras enfermedades también podría estar relacionado pues con las vacunaciones masivas. El autismo en California se ha disparado un 1.000% en los últimos 20 años. Según los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) y el Centro de Información Nacional de Vacunas de Estados Unidos uno de cada 150 niños en ese país desarrolla autismo. Decenas de millones de personas están ya afectadas por esta enfermedad en el mundo haciéndola más común que el cáncer pediátrico, la diabetes incurable de tipo 1 (juvenil de aparición) y el SIDA ¡juntos!
La gente debería entender que a principios de los años 40, antes de las vacunaciones masivas, el autismo era tan raro que algunos médicos nunca se encontraban con un caso en toda su vida profesional. Hoy día es una pandemia. Y son cada vez más los que apuntan a los componentes de las vacunas como posible causa. Hay quien aun lo niega pero la verdad irrebatible es que algunos niños reciben actualmente a través de las vacunas 100 veces más mercurio que la cantidad máxima permitida por la Agencia de Protección Ambiental (EPA).
Otro dato que apoya la sospecha de que las vacunas causan autismo es la existencia de un grupo de médicos que ha logrado mejorías enormes en la salud y comportamiento de pacientes autistas mediante la utilización de un régimen sistemático de desintoxicación de mercurio. Un último ejemplo: en la década de los 90 del pasado siglo XX el uso masivo en el Reino Unido de la vacuna MMR -para el sarampión, la parotiditis y la rubéola- “coincidió” en el tiempo con un aumento considerable del autismo. En enero de 2000 el Journal of Adverse Drug Reactions informó de que nunca se habían hecho las pruebas previas oportunas y por tanto esa vacuna nunca debió aprobarse. Por supuesto nadie ha explicado nada de todo esto a los padres de los millones de niños autistas que hay hoy en el mundo.
VERDAD Nº 7: “Las reacciones a largo plazo de la vacunación –afirma el abogado norteamericano- han sido reprimidas e ignoradas a pesar de la alarmante correlación entre su empleo y el aumento de las enfermedades autoinmunes y otras. Las vacunas no protegen. Están elaboradas para el lucro y otros propósitos nefastos. Evitarlas es esencial para la protección de la salud y el bienestar”.
Mito nº 8: LAS VACUNAS SON LA ÚNICA OPCIÓN PARA PREVENIR ENFERMEDADES
La mayoría de los padres se sienten obligados a tomar alguna medida para prevenir las enfermedades de sus hijos. Sin embargo la mayoría ignora que hay alternativas a las vacunas más eficaces y menos peligrosas. En ese sentido Phillips defiende la Homeopatía porque contra lo que afirma la propaganda de la industria farmacéutica ha demostrado ser más eficaz que las alopáticas o convencionales tanto en el tratamiento como en la prevención de la enfermedad. Y para atestiguarlo recoge como ejemplo que ya en 1849, durante el brote de cólera que hubo entonces en Estados Unidos, los hospitales homeopáticos constataron una mortalidad del 3% entre las personas que fueron vacunadas con Homeopatía muriendo en cambio ¡entre el 48% y el 60%! de quienes recibieron las vacunas convencionales. En definitiva, la gente tiene igualmente derecho a saber que hay estudios epidemiológicos que demuestran que los remedios homeopáticos son muy superiores a las vacunas en la prevención de enfermedades. Y que a diferencia de las vacunas convencionales son seguros, eficaces y sin efectos secundarios. ¿El “problema”? Que la mayoría de las aseguradoras de Estados Unidos y de los sistemas públicos de Europa no los cubren. Cabe agregar que la Homeopatía es además efectiva para revertir algunas de las discapacidades causadas por las reacciones a las vacunas convencionales así como muchas otras enfermedades crónicas con las que la medicina alopática tiene poco éxito.
VERDAD Nº 8: “Los tratamientos alternativos y otros remedios –dice Phillips- han sido seguros y eficaces durante generaciones Sin embargo el establishment médico y los gobiernos los atacan y los desprecian”.
Mito nº 9: LAS VACUNAS SON LEGALMENTE ENCOMENDADAS Y, POR TANTO, INEVITABLES
En realidad no se trata de un mito… en el caso de Estados Unidos. Allí en sus 50 estados y el Distrito Federal (Washington) sí se exigen algunas vacunaciones pero son diferentes en unos y otros. En todo caso existan excepciones legales:-Todos los estados permiten que no se vacunen quienes sean susceptibles a alguno de sus componentes. Los padres pueden oponerse también si hay antecedentes familiares. -Cuarenta y ocho estados permiten que la gente no se vacune por razones religiosas pero deben demostrar que pertenecen a una organización religiosa aprobada legalmente.
-Diecisiete estados permiten también que uno no se vacune por razones filosóficas o personales. Cabe añadir que en muchos otros países –especialmente de Europa- la vacunación es siempre voluntaria. No puede exigirse a nadie que se vacune.
VERDAD Nº 9: “En Estados Unidos –explica el abogado norteamericano- algunas vacunas se declaran obligatorias pero la mayoría de los ciudadanos -probablemente todos- pueden utilizar ‘exenciones’ legales para evitarlas. Ahora bien, todas las exenciones por razones no médicas en Estados Unidos están siempre, en última instancia, condicionadas. Es decir, los estados pueden exigir legalmente la vacunación para todos -tengan legalmente derecho a pedir quedar exentos o no- en casos de emergencia; salvo aquellos que no puedan vacunarse por razones médicas”.
Mito nº 10: LOS GOBIERNOS SITÚAN LOS PROBLEMAS DE SALUD PÚBLICA SOBRE TODOS LOS DEMÁS
La vacunación -afirma Phillips- se considera hoy socialmente una importante conquista de la Medicina cuando en realidad las vacunas han tenido poco o ningún impacto positivo en la salud global. Es más, lo que en muchos casos han hecho es detener la tendencia de reducción natural que ya se estaba produciendo en muchas enfermedades. E, incluso, provocar a veces las enfermedades que las vacunas iban a inmunizar. Claro que la experiencia indica que tanto la Food and Drug Administration (FDA) comolos Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) se “alinean” desde hace décadas junto a las empresas farmacéuticas. De hecho éstas suelen recibir con los brazos abiertos en empleos de alta remuneración a aquellos funcionarios que hayan sabido situar los beneficios de la industria sobre las consideraciones de salud y seguridad públicas.En octubre de 1999 el ya mencionado Bart Classen dijo en una comparecencia ante el Congreso: “Está claro que lo que determina las políticas de inmunización del Gobierno es la política y no la ciencia. Puedo mencionar numerosos casos en que los empleados del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos parecen estar interesados en beneficiarse personalmente, actuando como representantes comerciales, apoyando fines políticos... En un caso en particular los empleados de un Gobierno extranjero que estaban financiados y trabajaban estrechamente vinculados al Servicio de Salud Pública de Estados Unidos enviaron datos falsos a una importante publicación médica. Los datos verdaderos indicaban que la vacuna era peligrosa pero los falsos que se enviaron indicaban que no había riesgo. Un empleado del Instituto Nacional de Salud que maneja subvenciones de grandes sumas para las vacunas publicó una carta con información falsa junto a uno de los empleados de aquel gobierno extranjero. Y como ustedes bien saben falsificar datos provenientes de investigaciones financiadas por el Gobierno de Estados Unidos es ilegal”.
Phillips menciona además la existencia de cuatro cartas de la FDA y el Servicio de Salud Pública que revelan claramente que la vacuna contra el ántrax aprobada en Estados Unidos para el personal militar se aplicó “sin la realización siquiera por el fabricante de un ensayo clínico controlado”.
VERDAD Nº 10: “Los funcionarios encargados de velar por la salud pública –acusa sin contemplaciones Phillips- no dudan en ocasiones en aprobar peligrosas vacunas beneficiándose ampliamente de ello”.
CONCLUSIONES
En suma, alegar que no existe actualmente controversia sobre la eficacia y seguridad de las vacunas en la comunidad científica y médica es falso. Hay numerosos datos y argumentos en contra de las vacunaciones, especialmente cuando son masivas. La conocida doctora Ghislaine
Lanctôt, autora de La mafia médica (lea en nuestra web –www.dsalud.com- la entrevista que con el título El sistema sanitario es una verdadera mafia que crea enfermedades y mata por dinero y poder publicamos en el nº 47 de la revista), declararía en diciembre de 1994 al Medical Post lo siguiente: “Las autoridades médicas siguen mintiendo. La vacunación ha sido un desastre para el sistema inmune. De hecho causa una gran cantidad de enfermedades. En realidad estamos cambiando nuestro código genético a través de la vacunación (…) Dentro de cien años todo el mundo sabrá que el mayor crimen contra la humanidad han sido las vacunas".La doctora Viera Scheibner, internacionalmente reconocida como una de las principales expertas en reacciones adversas a las vacunas, sostiene por su parte que “no hay prueba alguna de la capacidad de las vacunas para prevenir las enfermedades. Por el contrario, hay pruebas de los graves efectos secundarios que provocan”.
Y a lo antes contado el Dr. Bart Classen añadiría: “Mis datos demuestran que los estudios que se utilizan para apoyar la vacunación son tan defectuosos que es imposible decir si la inmunización brinda o no un beneficio neto a alguna persona o a la sociedad en general. Y esta pregunta sólo se puede responder con estudios adecuados, estudios que nunca se han llevado a cabo. El error de los estudios anteriores es que no se hizo ningún seguimiento a largo plazo ni se tuvo en cuenta la toxicidad crónica. La Sociedad Norteamericana de Microbiología ha apoyado mi investigación y, por lo tanto, reconoce la necesidad de realizar estudios adecuados”.
Es evidente que los datos recogidos por Phillips en su estudio no provienen de un puñado de lunáticos. A nivel mundial las críticas a las vacunas provienen de un número cada vez mayor de científicos con reputación y credibilidad, de investigadores y de asociaciones. Así como de padres cuyos hijos han sido víctimas de ellas. Solo que cuando más dudas y críticas hay mayor es la postura de cerrazón de los funcionarios de salud pública, las autoridades y los partidarios intransigentes de las vacunas; muchos, claro está, con intereses financieros o profesionales en el tema. Afortunadamente lo que están consiguiendo al negarse a reconocer siquiera la evidencia creciente de los problemas que generan las vacunas es que aumente cada día el número de quienes dejan de creerles pasando a engrosar las filas de quienes son ya abiertamente contrarios a las vacunaciones, especialmente las masivas.
“Mientras, la carrera continúa –termina diciendo Phillips en su trabajo de investigación-. Actualmente se están desarrollando más de 200 nuevas vacunas para todo. Desde el control de natalidad hasta la adicción a la cocaína. De ellas aproximadamente cien ya están en fase de ensayo clínico. Y hay investigadores trabajando en el desarrollo de vacunas que puedan administrarse con sprays nasales, a través de mosquitos (sí, leyó bien, mosquitos) y frutas de plantas ‘transgénicas’ en las que se cultiva el virus de la vacuna. Dado que cada adulto y cada niño de este planeta es un potencial receptor obligado de múltiples dosis y dado que cada sistema de salud y cada gobierno es un potencial comprador no es sorprendente que se gasten muchísimos millones de dólares para alimentar la creciente industria multimillonaria de las vacunas. Así pues, sin protestas públicas seguirán apareciendo vacunas que tendremos que recibir nosotros y nuestros hijos. Y aunque las ganancias se calculan con facilidad el costo humano real está siendo ignorado”.
Alan G. Phillips
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